Para que mañana el actor político sea distinto, los que piensan distinto deben participar, hacerle saber a las personas que existen ciudadanos y ciudadanas dispuestos a mejorar la política dominicana, a redistribuir el poder y los ingresos, a regirse por la ética y los valores de la verdad, honestidad y servicio.
La redistribución del poder es un tema poco tratado en República Dominicana, tanto como lo ha sido la redistribución de las riquezas. Sin embargo, aunque la redistribución de las riquezas garantizarían un mayor bienestar a mayor cantidad de personas de la población, no menos cierto es que sin la redistribución del poder en todos sus aspectos, la democracia dominicana se hace cada vez más vulnerable hasta el punto que podría quebrantarse de manera tal, que la confianza del pueblo en el modelo político por el que hemos apostado se vea de igual forma amenazada y llegue a un colapso irreparable.
Hablar del poder ligeramente, sin conocer las implicaciones negativas de su explotación o de su acumulación en el sistema democrático es comúnmente visto en las relaciones partido-base, partido-comités y partido-partido. Somos sujeto de una enseñanza política malsana, donde nos enseñan a concentrar el poder en nosotros mismos y a no redistribuirlo para no ceder nuestras cuotas.
Este pensamiento ha sido uno de los mayores legados (en el mal sentido de la palabra) del viejo autoritarismo que vivimos décadas atrás, y de un proceso llamado “democrático” al que nos enfrentamos en los gobiernos del Dr. Balaguer, cuyo mensaje también era la concentración del poder en una sola persona o en un grupo de personas, nada menos democrático.
Una práctica democrática errada que surgió desde la implementación del sistema democrático en República Dominicana no se erradicará en días, ni meses, quizás en unos largos años, pero toda meta alcanzada, empieza por el primer paso, participando.La democracia supone que todos los habitantes de un territorio gocen de las mismas oportunidades y vías de acceso que les garanticen ejercer sus derechos y por supuesto, conquistar y ejercer su poder, pero a la vez redistribuirlo hacia otras generaciones que deberán ser sujetos activos en la toma de decisiones de su propio entorno y futuro.
No podemos atar a la generación de hoy a las viejas reglas de la generación de los 60, como también es inaudito concentrar los poderes políticos y sociales en los mismos personajes por más de veinte años, remontándonos a viejos esquemas y perpetuando viejos regímenes de autoridad en todas las esferas, lo vemos en los partidos políticos, las iglesias, las ONGs, incluso en la sociedad civil, que profesa ser más abierta y democrática, lo que constituye una falacia cuando estudiamos la cultura política dominicana, donde ninguno de nosotros, los dominicanos, está exento de ese autoritarismo cultural con el que hay que romper, queramos o no, somos parte de un círculo vicioso que no creamos, que nos ha sido impuesto, pero que con la indiferencia o la exclusión y la perpetuación de figuras en el poder a través de nuestros votos, contribuimos a su crecimiento y expansión.
Para que nuestro país mejore, es necesario que aprendamos el concepto del poder y de su redistribución política, social y económica, como una base sólida para la instauración de la cultura del relevo generacional y el rompimiento de viejos esquemas políticos y sociales que han quebrado nuestra democracia y han mermado la capacidad de buenos ciudadanos de integrarse al quehacer político.
La respuesta no es criticar a los que bajo viejos esquemas aprendidos desean quedarse en el poder y mutilar los sueños de las nuevas generaciones. La crítica no resuelve nada. Tampoco resuelve nada el que jóvenes talentosos del país se queden de brazos cruzados por temer ser señalados en un futuro como “políticos”, una palabra que se ha desvirtuado tanto, por el simple hecho de atreverse a desafiar a todo un sistema establecido e intentar cambiarlo.
Debemos activarnos, trabajar en los aspectos político y social aquellos que poseen la vocación y han sentido el llamado a integrarse. Si no damos el primer paso, jamás llegaremos a la meta, si no nos organizamos como sociedad participando en diversas organizaciones desde partidos políticos, ONG´s, sociedad civil, no podremos llevar nuestros valores de servicio hacia esas estructuras y entonces las generaciones venideras aprenderán lo mismo que hemos vivido siempre: clientelismo, corrupción y poder concentrado.
La política y sus instituciones, como todo en la vida, depende de sus actores, que en definitiva somos las y los dominicanos, cuando se trata de afianzar la democracia en nuestro país. Hoy, la mayoría de los actores políticos son egocéntricos, cuestionables y buscan perpetuarse en el poder, por eso no creemos que las cosas pueden cambiar.
Sin embargo, el mañana no depende de ellos, sino de nosotros mismos. Para que mañana el actor político sea distinto, los que piensan distinto deben participar, hacerle saber a las personas que existen ciudadanos y ciudadanas dispuestos a mejorar la política dominicana, a redistribuir el poder y los ingresos, a regirse por la ética y los valores de la verdad, honestidad y servicio.
Hasta que esos individuos no dejen de guardarse para sí mismos y observar los periódicos con tragedia día a día por temor a arriesgarse, hasta que no se levanten de sus hogares decididos a luchar solo con el corazón y valores en sus manos contra décadas de corrupción y clientelismo y una sociedad que en su mayoría avala este comportamiento.
No nos dejemos engañar de los que han poseído el poder de cambiar nuestro país por años. La política no es mala, sus actores lo han sido. Vamos a adecentar los espacios políticos, y a enseñar con el ejemplo el significado de la redistribución del poder, avanzando mil millas con el primer paso: párate de esa silla, quítate la venda y camina, que la política te está esperando.