Empoderamiento político[1] es el fenómeno que ha venido ocurriendo los últimos años, a través del cual la sociedad civil ha logrado establecerse como bastión en los procesos de toma de decisiones, prima facie a nivel nacional, dentro del Estado-nación al cual pertenecen. Hoy, su influencia se enmarca en el plano global, haciendo posible nombrarle “sociedad civil global”, consagrándose como uno de los actores fundamentales de un mejorado sistema de Derecho Internacional.
Sin embargo, no es posible el empoderamiento político sin el empoderamiento social y el empoderamiento económico, que implican la posibilidad de organización de la sociedad civil en las esferas sociales, así como los métodos de financiamiento y la condicionante del financiamiento por grupos de poder; y para ello es importante comprender qué se entiende por empoderamiento per se y cuál es la importancia de esta clasificación que va desde lo político y lo social hasta llegar a lo económico.
El empoderamiento no es más que “un proceso permanente de creación de capacidades y logros de las personas y grupos para incidir en las decisiones que los afectan”[2]. De esta concepción se infiere, que los grupos de personas que se han unido para formar organizaciones de la sociedad civil, es porque desean que la democracia tome un nuevo giro y les incluya sus propuestas en la toma de decisiones, abriéndose como un nuevo espacio donde no se opera por representación, sino por acción.
Cualquier individuo común puede acceder a una organización de la sociedad civil y accionar, participar de manera directa en el proceso de creación de mejores oportunidades de desarrollo. No ocurre lo mismo en el sistema de representación del Estado-nación, ese sistema de democracia representativa por sí solo, no permite que cualquier ciudadano común participe en la toma de decisiones de manera directa, sino que es a través de la elección de sus representantes por medio del voto, y cuando vota, finaliza su empoderamiento porque algo que todavía la democracia no ha podido consolidar es que después del voto en la práctica ese ciudadano no pierda su prerrogativa de formar parte de la toma de decisiones. Es el deber ser de los procesos democráticos, pero no es así en la práctica.
La sociedad civil le brinda la oportunidad al ciudadano común de recuperar el empoderamiento perdido luego de haber ejercido el voto, de participar en los procesos de reforma, en la toma de decisiones, de ser vigilante de las actuaciones del Estado y con ello, fortalecer la democracia, llegando a crear un rompimiento en las relaciones de poder tradicionales. Hoy, no es el Estado-nación que guarda para sí el poder, los medios de comunicación juegan un rol fundamental y se han atribuido con la mediatización una parte del poder, pero también la sociedad civil ejerciendo su empoderamiento ha obtenido una cuota significativa de poder, creándose una relación triangular de poder entre el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad civil.
En este nuevo orden, la toma de decisiones no se realiza al margen de esta triangulación positiva. Por el contrario, los gobiernos desean acercarse más a la sociedad civil, quienes utilizan los medios de comunicación para ser escuchados y participar en los procesos democráticos de manera directa.
Ahora bien, este ejercicio político de la sociedad civil, se conoce como la micro democracia, donde pequeños grupos dentro del Estado-nación ejercen su poder en la toma de decisiones y fortalecen la macro democracia, que viene determinada por los grandes grupos de poder, como los partidos políticos. En el marco de una sociedad civil que traspasa fronteras, que no responde a necesidades de un Estado-nación, sino a necesidades globales, que aspira a la consecución de un gobierno global, entonces la clasificación que se ha hecho de la sociedad civil dentro de una micro democracia debe necesariamente variar cuando se habla de sociedad civil global, puesto que, en base a su incidencia global, podría ya ser considerada una macro democracia, y por tanto han cambiado las relaciones de poder político[3].
Uno de los casos más significativos –donde se vislumbra la eficacia de la sociedad civil global en la legitimación de la democracia- ha sido la creación de la Corte Penal Internacional, iniciativa de Gustave Moinier, uno de los fundadores del Comité Internacional de la Cruz Roja, que realmente se materializó con los esfuerzos a partir del año 1995 de la organización “Coalición por una Corte Penal Internacional”, conformada por distintas organizaciones como Amnistía Internacional, World Federalist Movement, incluso personas independientes, no miembros, formaron parte de la Coalición.
Marlies Glasius, investigadora del programa Global Governance explica que “varios elementos del Estatuto de la Corte Penal Internacional se vieron influenciados, o incluso determinados por la participación de los actores de la sociedad civil global” y que “entre 1995 y 1998, la intervención de la sociedad civil global en la negociación de la Corte Penal Internacional promovió el debate global, desarrollo propuestas alternativas, fortaleció la participación de los países del sur e hizo que el proceso de negociación fuese más transparente para los observadores interesados”[4]. .
Como hemos visto, la iniciativa de un Tribunal Internacional que juzgare individuos que han cometido actos de genocidio, crímenes de guerra y actos de lesa humanidad, proviene de un miembro de la sociedad civil global y la ratificación del Estatuto de Roma por más de 160 países al día de hoy, es un logro que se le atribuye a la sociedad civil global, activistas de derechos humanos a nivel mundial que tras procesos de negociación extenuantes ejercieron su empoderamiento y compelieron a los Estados a firmar el Estatuto, reformando así las relaciones de poder político, consagrándose la sociedad civil global como un nuevo actor del Derecho Internacional, que aspira a un gobierno global donde éstos, se conviertan en sujetos de Derecho Internacional.
Ciertamente la sociedad civil global ha demostrado ser un canal de apertura para la no tan utópica democracia global, que sugiere la conformación de un gobierno global. La sociedad civil global ha fortalecido la confianza en instituciones internacionales representantes de los intereses de los Estados, como la Organización de las Naciones Unidas. En el año 2005, el antiguo Secretario General de Naciones Unidas, Koffi Annan, en su informe anual[5] reconoció la necesidad de acercar los gobiernos a la sociedad civil, porque el ejercicio de la democracia había tomado un nuevo rumbo. Siendo así, es incuestionable que la piedra angular de la creación de un gobierno global y una democracia cosmopolita lo es la sociedad civil global. Porque los Estados por sí mismos no se interesan en firmar un nuevo contrato social, que incluya ceder una parte de su soberanía para conformar un gobierno global que garantice la seguridad y la estabilidad de todos, tal como la cedemos los individuos comunes en nuestro contrato social con el Estado-nación.
Nuestra tesis se extiende a la conversión en un futuro de la sociedad civil global de un grupo de acción hacia un sujeto de derecho internacional, que sirva de soporte a la observación internacional y al cumplimiento de los Estados de sus promesas y tratados, sobre todo en materia de derechos humanos, pudiendo inclusive tener la facultad legal para someter a Estados incumplidores, que es la gran crítica que se realiza al sistema de justicia internacional: la inejecución de las sentencias de los Tribunales Internacionales. Sin embargo, la sostenibilidad de este plan presenta algunas dificultades.
Una de las dificultades que podemos encontrar contra la sociedad civil global radica, en que no han podido llegar a un empoderamiento económico real, puesto que el financiamiento de estas organizaciones puede llevar al ejercicio de presión por intereses de sus mayores contribuyentes. Parafraseando a Hudlock de un escrito de Dimce Bukreski: “el modo en que los recursos financieros se canalizan a las ONG’s y la naturaleza de las relaciones que se crean en este proceso de financiación determinan la capacidad de actuación de dichas organizaciones[6]”. Por esta razón, es importante que para llegar a constituirse como un verdadero poder político puro, su empoderamiento económico no se vea cuestionado, tal como no se cuestiona su empoderamiento social, que recae en la voluntad de sus integrantes.
Empero, lo expresado anteriormente, también ocurre con las Organizaciones Internacionales, como las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea, donde los intereses que influyen a carta cabal son los de los países que más contribuyen o que mejor protegidos se encuentran en el plano económico, por lo que este planteamiento de la parcialidad de la sociedad civil global, de acuerdo a intereses no resulta válido desde la práctica para no permitirle ser más que un simple espectador y participar en la toma de decisiones. Por el contrario, ahí es donde más necesaria se hace su participación de cara a la construcción de una democracia global, para contrarrestar los abusos de las Organizaciones, aunque un comportamiento no ideal de las Organizaciones no es óbice para que la sociedad civil global se independice económicamente cada día mas. En ese sentido el modelo de donaciones, instaurado por Amnistía Internacional está funcionando, donde cada miembro puede realizar sus aportes.
Si la democracia se plantea sobre la base de que “el Estado esté al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del Estado[7]” y este es el deber ser que se requiere, pensar en cuál es la democracia ideal y cuál es la democracia posible nos lleva a exponer que la democracia actual ha tergiversado las relaciones de poder que el deber ser contempla. El poder de los ciudadanos debe redistribuirse y los gobiernos democráticos han fallado en este campo, no así la sociedad civil. Dentro de la democracia posible, la sociedad civil global ha dado los primeros pasos en la redistribución del poder político, colocándolo en manos de los ciudadanos comunes, contribuyendo con la concienciación de que el Estado debe servir a los ciudadanos, y de que la comunidad internacional-conformada por los Estados y las Organizaciones- debe servir por igual a los ciudadanos del mundo.
Una democracia global requiere que todos y cada uno de los miembros del planeta pasen de ser simples espectadores de la realidad internacional, hacia actores directos del sistema, conjugándose de esa manera el verdadero significado de la democracia, que no es más que el gobierno de los pueblos. Esto solo será posible a través de la sociedad civil global, que es un mecanismo de participación incluyente, cuyo empoderamiento al ciudadano común no culmina con el ejercicio de un derecho al voto, sino que se extiende de manera infinita a las prerrogativas naturales de sus miembros.
Si queremos un mundo donde impere la gobernabilidad, debemos desenmascarar la realidad de su significado. Gobernabilidad no es que el Estado sea el ente regulador de las relaciones de poder, tampoco que se constituya a sí mismo en un Estado de laissez faire. Gobernabilidad nacional, regional e internacional no es más que empoderar a la sociedad civil a participar en los procesos de reforma, informar a la ciudadanía de cuáles son sus derechos, para que puedan ejercerlos, porque una población que no conoce sus derechos está condenada a que se les violenten constantemente, este es el reto de la sociedad civil global, fomentar la gobernabilidad mundial modificando los parámetros de poder.
Es indudable que el rompimiento de las relaciones de poder ha modificado la concepción de democracia, donde necesariamente la sociedad civil juega un rol preponderante y tras el rompimiento viene poco a poco la consolidación de un gobierno global, ejercido por los Estados, Organizaciones y la sociedad civil global en una alianza horizontal. Después de los avances, no estamos lejos, el gobierno global está cada vez más cerca.
[1] Cfr. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Informe de Desarrollo Humano República Dominicana 2008, Primera Edición, Santo Domingo: Editora Taller, pág. 10.
[2] Ibidem, pág. 41.
[3] Véase. Sartori, Giovanni. Qué es la democracia. Trad. de Miguel Ángel González y María Cristina Pestellini. Editora Taurus, pág. 27.
[4] Glasius, Marlies. La Corte Penal Internacional: una sociedad civil global (en línea). Disponible en: www.pensamientocritico.org\margla0504.htm, última revisión en: 25-7-08.
[5] Véase el Informe 2005 de S.E. Koffi Annan, “Hacia un concepto más amplio de libertad”. Disponible en: http://www.un.org/
[6] Bukreski, Dimce. La sociedad civil global es una fuerza democratizadora para un gobierno global (en línea). Disponible en: http://www.globalaffairs.es/Noticia-11.html, última revisión en: 25-7-08.
[7] Sartori, Giovanni. Supra nota 3, pág. 47.